Por Daniel Meléndez
Es una noche fría de jueves en San Francisco, como ha sido la norma durante las últimas semanas. Las ráfagas de viento provenientes de Ocean Beach recorren las calles cercanas al norte del Panhandle, el vecindario donde vivo, mientras una capa de niebla comienza a extenderse lentamente sobre esta parte de la bahía. Tomo un Uber desde mi casa hacia el Tenderloin, observando la ciudad y sus contrastes a través de la ventana del auto. El conductor, un amable brasileño de unos 60 años, me pregunta si me dirijo a un show de música en vivo. “I love live music,” me dice con una sonrisa orgullosa. “I’ve seen Roger Waters once and also David Gilmour.” Intrigado, me pregunta qué tipo de música voy a escuchar esta noche. Tras pensarlo brevemente, le explico que voy a ver a una banda mexicana que fusiona ritmos latinos como la cumbia y el son con variantes del rock como el punk y el psychobilly. El hombre escucha con curiosidad mientras me observa a través del espejo retrovisor. Al preguntarle si sabe qué es una marimba, me responde que no, y antes de que pueda explicarle que este instrumento es la pieza central de la banda, llegamos a mi destino.
Me bajo del auto y miro la fachada del Great American Music Hall, el histórico recinto inaugurado hace más de un siglo, en 1907, tras la reconstrucción que siguió al terremoto que destruyó gran parte de esta ciudad en 1906. Camino hacia la taquilla, donde me entregan un pase de prensa. Veo llegar a mi amigo Rolando López, un poeta y educador boricua, a quien invité de última hora al saber que tenía una entrada extra. La marquesina anuncia: Psyched! Radio presents Son Rompe Pera. A través de las paredes del teatro, escucho el murmullo del público y los ritmos percutivos de la banda abridora, que parecen calentar el ambiente. La anticipación por la música en vivo me envuelve, reflejando el entusiasmo que compartí con el conductor brasileño de Uber que conocí antes—esta noche promete ser memorable.
Entramos al recinto, que ya casi está lleno, y el lugar nos recibe con sus columnas majestuosas, sus frescos ornamentales y sus balcones que parecen sacados de otra era. Le aviso a Rolando que tengo planeado entrevistar a la banda y nos despedimos momentáneamente. Navego entonces por un laberinto de pasillos y escaleras hasta llegar al green room de Son Rompe Pera. Aunque no tengo claro cómo llegué allí, finalmente encuentro a Goyri, el director de Psyched! Radio. Le agradezco el pase de prensa y observo a la banda sentada frente a una cámara, siendo entrevistada por un hombre alto, con barba y gafas. Conversan sobre sus influencias y los desafíos de fusionar géneros tan diversos. “El entrevistador es Wenceslao Bruciaga”, me explica Goyri. Reconozco el nombre al instante; es el autor y periodista mexicano detrás de la novela Pornografía para Piromaníacos (Sexto Piso, 2022). Goyri nos presenta al final de la entrevista y charlamos brevemente. Me menciona que está buscando traducir el libro al inglés, y yo le propongo que me traiga algunas copias de la edición en español para la librería en la que trabajo.
Es mi turno de entrevistar a la banda, y ahí estoy, listo para sumergirme en el mundo de Son Rompe Pera. Me presento y les pregunto de dónde vienen en el Estado de México. “Somos de La Mancha, en Naucalpan”, dice Kilos, el percusionista y el hermano menor del trío Gama, los fundadores de la banda. “¿De La Mancha, como el Quijote?”, comento, y se ríen. Kacho, el marimbista y el hermano del medio, agrega: “Mi papá nos enseñó a tocar a los tres. Empezamos en la calle desde chiquitos. Yo toco la marimba desde los 11 años y tocábamos en cualquier lugar que se nos presentara en Naucalpan: mercados, bodas, hasta panteones. Éramos músicos callejeros hasta que apareció una oportunidad que no pudimos dejar pasar”. Imagino a estos jóvenes, junto con su padre, José “Batuco” Gama, llevando su marimba por las calles, sin la menor idea de que algún día estarían conquistando escenarios internacionales. Desde Coachella en EE.UU. hasta el Festival Rototom en España, pasando por el Festival Lowlands en los Países Bajos y el Festival de Jazz Internacional de Montreal en Canadá, sin mencionar sus giras por ciudades de Europa y EE. UU. o sus sesiones en vivo grabadas para Tiny Desk y KEXP Radio. Esta banda ha recorrido un camino impresionante, y lo que comenzó en las calles de Naucalpan ha terminado en los escenarios más grandes del mundo.
Antes de que se preparen para salir al escenario, les pregunto: “¿Qué otros géneros musicales o artistas les gustan?” Kilos, responde: “A mí me gusta escuchar de todo, desde la banda hasta Chalino Sánchez y Valentín Elizalde. Es una mezcla bien diversa”. Rulas añade su toque personal: “Yo soy más de música norteña. Los Tigres del Norte son imprescindibles para mí. También escucho mucho a Juan Cicerol de Mexicali, que tiene un estilo bien chido”. Kacho completa el cuadro con sus preferencias: “Últimamente estoy muy metido en el Rocksteady, sobre todo con Alton Ellis y The Paragons. También disfruto mucho de los boleros y las rancheras, como Los Texas Tornados y artistas como Flaco Jiménez y Mingo Saldívar”. Les agradezco por la charla y me dirijo de nuevo al piso principal del GAMH, pensando en cómo estas diversas influencias se entrelazan en su música y me dan una nueva perspectiva sobre su estilo único.
Son Rompe Pera toma el escenario y, desde la primera nota, la energía es eléctrica. La banda se mueve sin parar, saltando, sudando y contagiando a todos con su vibrante efervescencia. Son como una tropa de saltimbanquis que viven y respiran música. Su repertorio para la noche es una fiesta de géneros variados: desde Son y Punk hasta Cumbia y Garage, pasando por Danzón y Rockabilly. El público no se queda atrás: algunos bailan en pareja, otros se lanzan al mosh pit, y en un momento hasta veo a una chica haciendo twerking casi en el suelo. La atmósfera es de un carnaval total. Pero el momento más especial de la noche llega cuando los miembros de la banda se retiran del escenario, dejando a Kacho solo bajo un haz de luz. La sala queda en silencio expectante mientras el joven marimbista, que ya se había despojado de su camiseta, empieza a ejecutar un solo impresionante. Kacho y su marimba se funden en uno, y al final del solo, el público estalla en una ovación estruendosa. La banda regresa al escenario para cerrar su set con temas como “Cumbia is the New Punk”, “Pájaro Cenzontle” y un par de enérgicos covers: “Oh Shit Oh Fuck” de Belafonte Sensacional y “Reina de Cumbia” de Celso Piña.
El show llega a su fin, y mientras el público satisfecho comienza a dispersarse, distingo entre la gente a mi amigo Federico Ardila, un colombiano que no solo es un genio de las matemáticas y profesor universitario, sino también un apasionado de la música. Es parte de Neblinas del Pacífico, un ensamble de música afrocolombiana donde la marimba juega también un papel central. Nos saludamos con entusiasmo, recordando cómo hace unas semanas nos topamos también en el concierto de Meridian Brothers en Berkeley. La conversación fluye naturalmente hacia la marimba, ese instrumento que conecta historias y culturas de maneras insospechadas. Platicamos sobre sus orígenes en África y de cómo se abrió paso en esta parte del mundo durante las épocas oscuras del tráfico de esclavos provenientes de aquel continente (El legendario etnomusicólogo Kwabena Nketia documenta detalladamente estos orígenes en su libro The Music Of Africa (W.W. Norton & Company, 1974).) Me despido de Federico y también de Rolando y me encamino de nuevo al green room, donde la noche aún tiene más por ofrecer.
Encuentro a los miembros de Son Rompe Pera recuperando el aliento tras su enérgico set, sudorosos y sin camisa, evidencias de una entrega total. “Que buen show dieron hermanos” les digo, mientras dirijo una especial mención a Kacho: “Tu solo estuvo brutal”. Él me mira, sonriendo con una mezcla de humildad y satisfacción, su sencillez solo aumenta mi admiración por ellos. Justo en ese momento, los acordes de una guitarra acústica empiezan a filtrarse desde el cuarto contiguo, donde la banda telonera, Spaghetti Cumbia, está relajándose tras el show. Todos nos dirigimos allí y pronto la fiesta post-show está en pleno apogeo. Mongo, el hermano mayor de los Gama, toma la guitarra y arranca con corridos, norteñas y hasta quebraditas. La sala se llena de voces y risas mientras todos se unen en un karaoke improvisado. Confirmo una vez más lo que ya sabía: estos chicos viven y respiran música sin descanso, incluso después de una agotadora gira, siguen tocando y cantando con la misma pasión que al principio.
Después de varias cervezas y un par de tequilas (ya ha pasado alrededor de una hora y media desde que terminó el show), volvemos al piso principal del GAMH. Es hora de partir, pero antes observo como desarman la marimba. Kacho, me explica que el instrumento fue construido a la medida para que pueda ser desmontado y transportado en dos estuches Pelican, también personalizados tras una visita a la fábrica en Milwaukee. Cuando me despido de Rulas, me presenta a Olive Black, la directora de hospitalidad de Psyched! Radio. Rulas no puede dejar de agradecerle: “Estamos súper agradecidos con ella. Desde hace tres años, siempre que venimos a San Francisco, tenemos donde dormir, donde comer e incluso donde ensayar. Eso significa mucho para una banda como la nuestra, que viaja tanto.” Olive, con una sonrisa y un entusiasmo genuino, responde: “Bueno, ese es mi trabajo, cuidar de ustedes cuando están aquí. Soy como la mamá… I’m the tour mom!” Y con una risa contagiosa, concluye la conversación, reflejando el espíritu familiar que han encontrado en sus visitas a la ciudad.
Me despido de los demás y decido caminar a casa. No tengo frío; tal vez sea el tequila o tal vez la emoción aún presente en mí tras la noche recién vivida. Es la una de la mañana y cruzo a pie el Tenderloin. La luz de esta luna de agosto baña las calles que recorro sin prisa; la selva de asfalto que me rodea a estas horas de la noche puede hacerte perder la fe en la humanidad, con tantas almas perdidas en esta epidemia incontrolable… Pero esta noche, tal vez solo esta noche, decido no pensar mucho en eso. Esta noche, todo está bien; la marimba aún suena en mi cabeza.
Escrito por: Daniel Meléndez
Editor: Guillermo Goyri